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10.7.11

Mi casa

Quiero mi casa,
mi puta casa:

adornarla respirarla,
dejar cerrada la cerradura,
gatear por la salita, compartirla
sólo con quien quiera,
poner los pies encima de la mesa,
soltar mis bocanadas, casarme con ella,
bajar las cortinas, quedarme en bolas,

no querer mirar
al reloj ni al sol
porque las horas
sólo pasan ahí fuera,
posadas 24 horas
sin límite de entrada ni salida.

Acertar en la mancha
de la baldosa con mi saliva
propulsada por las ganas
saciadas de gritar
por la ventana y cerciorar
la vitalidad de mi cuerpo;

hueso secos y refugiados por mi casa,
con chimenea, bidé, escaleras,
eso me da igual, mientras que sean
de ladrillo estos muros que me rodean.

Una paja magistral en el sofá,

mi alfombra transparente
tapa el dibujo
de un despertador
hecho añicos
a martillo
en el pasillo.

Del techo cuelgo mis pensamientos,
mi flexo y mi atrapasueños.

¿No puedes invitarme?
Invítame a ir a mi casa.
¿Sin gasolina, ganas de nada
y aburrida? Ven a mi casa,

que es mi castillo,
palacio de mis amigos,
sentenciados los intrusos,
y santuario de espíritus,

con mis entradas al mundo
de fuera de mi puerta,
a la que paso de página
cada vez que empujo.

Abanico en verano,
albornoz en invierno,
cenicero de a litro,
y nada más
que sentir
el paso del tiempo
por mi cuerpo,

color rojo,
del furor plácido,
que me provoca
el chabolo blanco;

también mi estómago
maratón diario
de sabores y kilos.

Por qué no; mi cenutrio
colgado veo, tapando
el fondo del mar,
mientras estoy cagando
y fumándome un cigarro.

Cago en dios
ahora caigo
en que mi estado
es despierto

y en que estoy en un cuarto
corrupto, censurado, carcelero
y feo, y no tengo a donde ir
con mi cerebro de paseo.

Mi hogar actual
es la calzada,
peinada por mis suelas
y el viento.

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