Visitas

28.8.11

1

No me gusta insultar si no es preciso,
pero tengo experiencia en hacerlo.
En mi soledad practico y lo aplico,
quedándose en tu frente el gargajo,
cuando cojo el micro, ¿de acuerdo?

Con esto solo te advierto,
que utilices tu respeto,
tu corazón y tu cerebro,
y en la conversación, el diálogo,
será digno de exposición.

Siempre que estoy escribiendo
recorro el entorno con los ojos
a ver si encuentro por mi alrededor
algún color o forma que me sirva
de fuente de inspiración,
pero la podredumbre de mi pobreza
ennegrece la alegría de mi ambiente
y se fugan los disparos del cerebro.

Esta mierda la escribí con diecisiete,
asegurando calidad en mi futuro,
pues los retortijones cerebrales
que te produce mi ego armónico
deberían presentarte los rasgos
de mi escritura y conversación.

Todos los aquí presentes
me proporcionan el honor
de estrenar mis dientes
ante este micrófono,
y se agradece.

Mi gran insistencia
es señal de las ganas
que tengo de enseñártela,
meterla por tu oreja,
y en tu cerebro, salpicar,
de poesía, tus venas,
provocando, en ti, sonrisa;
nena.

La felicidad se cubre
con cada instante lúgubre
para tu mala suerte,
y la profecía se cumple
al encontrarte el billete,
de ida hacia la muerte,
premiando tus vivencias
con sentido y madurez,
y haciéndolas aptas
para divertirte siempre.

Si acabas de descubrirlo, es tarde,
pero al darte cuenta, consumaste;
si lo sabías, has de recordar que:

Empiezas a jugar con el mirar,
con el cuerpo y el conversar,
y tus intenciones danzan
con tus ideas y tu personalidad;
pero cuando te das cuenta
de que para el pasado es tarde,
y dejas atrás la dependencia,
de tu control y arte haces alarde.

Sales a la calle sonriente
enseñando encías y caries,
desprendiendo un gas que
huele a libertad y curiosidad;
y controlas con tu mente,
tus verborreas y trápalas.

Así eliges que sea tu imagen
y tu compañera, la soledad.

Yo creo vapor con mi piel
que corroe tu cuero, hasta ver,
tú, con tus ojos, tu destino,
ante mi llama de ego liberado,
el peor de los cataclismos.

Quiero montar en triciclo
y realizar un gran descenso
hacia el trasfondo de la vida
para conocer su fin y su final,
finalidad que finaliza el filo
de la misma realidad
y te convierte en un loco,
o en un sabio, según sea,
de tu alma, la esencia.

Conjuntos y sigilosos,
actuamos coordinados,
fluyendo furtivos,
curando a los perdidos,
por debajo del fondo
de lo aceptado o permitido,
implacables y sin freno,
siendo, el remedio, el amor
al pensamiento propio
alcanzando, así, el cielo.

Yo también guiño y abanico,
con mis pestañas, tus nervios,
y te pido así un beso o un abrazo,
dependiendo de tu listón
de grado de acercamiento
hacia el calor y olor humanos.

Follar más que un pingüino
es mi gran consuelo,
pero si salgo a mi camino,
no hay ningún tropiezo,
y cuando me pongo y rimo,
resquebrajo los subsuelos,
cual machota al rojo vivo;
o coloreo párpados negros,
abusando de mi imaginación.

Nunca cesa mi caminar,
ni con estas agujetas.
Mis pasos de un milímetro
recorren lustros enteros
alrededor de tu corteza
hasta que llego a la puerta,
y cuando toco el timbre,
llega la fase de aterrizaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario